sábado, 24 de enero de 2015

“NINGUNA INTERPRETACION ERRÓNEA DEL PASADO SE REVELÓ NUNCA COMO UNA MEJOR PROFECÍA DEL FUTURO"”


La obra más conocida de Polanyi, que recomiendo releer o leer por primera vez, con el titulo de “La gran transformación”, nos narra el proceso histórico por el que emergió el fascismo en Europa. Fruto de la invasión por parte del “mercado autorregulado” del conjunto de las esferas de lo social. Sin ánimo de ser apocalíptico, la tremenda actualidad de sus planteamientos, análisis y criticas al capitalismo del siglo XIX y XX, resulta, cuanto menos, inquietante.
Hablado de Adam Smith, para el que la preponderancia del mercado autorregulado habia sido la constante en la historia económica de la humanidad, Polanyi nos dice: “Ninguna interpretación errónea del pasado se reveló nunca como una mejor profecía del futuro.”
El mercado y su lógica, han invadido el conjunto de las esferas sociales; hoy todo es mercado o está a su servicio. Y lo que no lo está, simplemente sobra, se convierte en residuo, que, con suerte, hay que gestionarlo para que no estorbe demasiado.  La salida que “los mercados”, pensaron a la crisis de los años setenta ha repetido el mismo proceso que se quiso evitar tras la barbarie de la segunda guerra mundial.
Para Polanyi, la hegemonía del mercado autorregulado es un experimento inédito en la historia de la humanidad que lleva en sí mismo la semilla de la destrucción de la sociedad, “la fabrica del diablo” lo denomina textualmente. Nunca antes del XIX existió un mercado autorregulado, es decir una institución al margen de los demás elementos que componen el vivir en sociedad, con capacidad para terminar fagocitándolos a todos, sometiéndolos a su lógica, y destruyéndolos, a los demás y a él mismo por efecto final.

En un profundo estudio de las economías históricas, Polanyi define tres grandes tipos de relaciones económicas, a saber: las relaciones de reciprocidad, las de redistribución y las de intercambio.
Las economías de reciprocidad son aquellas basadas en la cercanía, en el pequeño grupo que comparte trabajo, frutos del mismo, penurias y alegrías, con o sin división clara del trabajo; basadas en la cercanía, la amistad, la vecindad… Son un tipo de relaciones suficientes en una comunidad simple y pequeña, que en la medida en que se complejiza empieza a precisar de un estamento centralizador con una función de redistribución, más o menos igualitaria, pero realizada desde recoger lo de todos para repartir a todos. Y por ultimo el mercado, las relaciones de intercambio, que han existido siempre con independencia de si hablamos de sociedades de reciprocidad o con institución redistribuidora, pero siempre como un pequeño apéndice absolutamente dependiente de los demás. En la práctica y en distintos grados, todas las economías han sido una mezcla de las tres relaciones, vinculadas entre si y con el resto de dimensiones de la sociedad, con su cultura, con sus formas políticas, con su entramado religioso y mítico…
Estos tres tipos de relaciones, en principio estudiadas sólo desde la perspectiva económica, tienen una gran valor social si se dan conectadas.
La relación de reciprocidad, es aquella en la que nos relacionamos con el otro desde “todo lo que somos y tenemos”, en la que no damos para que nos den, ni nos dan para lo mismo. Su medida no es la equivalencia de lo donado, sino la donación misma. Es un tipo de relación que nos aproxima a lo cercano, nos vincula a lo próximo, que cohesiona, une, comunica… en la pertenencia y mutua aceptación. Genera relaciones primarias y comunitarias, de proximidad, de vecindad, incluso de amistad.

Sin ellas nos quedamos como sin raíces, y el individuo no se reconoce. Sólo con esta relación no hacemos sociedad, pero sin ella no podemos serlo, pues es una relación  necesaria para que la individualidad sea lazo, unión, en la experiencia de que lo mejor que recibimos no está tasado por lo que damos.

La relación de redistribución, es aquella en la que cada individuo aporta al conjunto, para que este disponga de ello de acuerdo a las necesidades comunes y a las particulares no resueltas ni con la propia capacidad, ni con la relación anterior. Nos relaciona con lo lejano, pues nos vincula al desconocido haciéndole así próximo. Espera recibir del conjunto según necesite, no según ha aportado. Lo cual significa que esta relación solidariza al conjunto, y a los individuos con el conjunto. Genera relaciones asociativas, secundarias, de un carácter anónimo en cuanto a la proximidad. Yo y el “otro social” como mutuamente vinculados.

Sin ellas nos quedamos sin suelo en el que echar raíces, las necesidades y las relaciones transcienden las posibilidades de ser desarrolladas por la relación de reciprocidad y cercanía, que queda muy pronto corta. Sin construir esa red protectora, lo social queda destruido, convirtiéndonos en mero agregado. Es una relación necesaria para que el conjunto se haga cargo de las particularidades.

La relación de intercambio nos acerca a otros desde la mutua utilidad, o sea, en tanto individuos mutuamente necesitados de lo que cada uno puede ofrecer, y por eso intercambia las utilidades que unos tienen y otros necesitan y viceversa. No se establecen relaciones estables, proximidad o reconocimiento.

Es, pues, una relación que no espera ni del grupo próximo, ni del conjunto social, ni de las singularidades con quienes se realiza en intercambio, sino lo mismo que ha aportado, pues el intercambio se realiza en, por y para la utilidad. Y su criterio es la equivalencia. Es una relación que no deja rastro social, no añade ningún elemento creador de sociedad.

Las tres relaciones operan en una sociedad, pero la tercera sólo puede funcionar adecuadamente en una que posea y desarrolle las otras dos como garantía del conjunto social. Un modelo social que olvide las dos primeras, es un modelo suicida, un tipo de organización que autodestruye todo rastro de sociedad, condenando a lo social humano a convertirse en mera colmena. Toda sociedad necesita un mercado, las sociedades lo son “con” mercado, una sociedad que aspira a ser “de” mercado, entra en una espiral suicida.

Nada original y nada nuevo. El librito en cuestión es de 1944. Pero me resulta tan clarificador del 2015…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

podeis comentar si asi os apetece