Echemos unas risas. Porque no hay nada mejor para desmitificar a
alguien que imaginárnoslo cagando. Hagan el ejercicio y verán. Hoy quiero
sentar tan ilustre trono a nuestra
querida, admirada y sobre todo mitificada constitución.
Seguramente porque de los escaños aún emanaban efluvios
episcopales (si de aquellos procuradores tonsurados y con faldas que eran
designados por el “Jefe del estado”) cuando los padres de la patria terminaron
la constitución, decidieron que está se aprobara en referéndum el día seis de
diciembre, bien cerquita del ocho, que como todos sabemos, conmemora la
Inmaculada Concepción.
A más de regalarnos a los curritos un fenomenal y nunca bien
ponderado puente, debieron hacerlo para declarar también el dogma de la
Inmaculada Constitución. A cuyo ensalzamiento y reafirmación asistimos en estos
días. Y ya se sabe que los dogmas son cosas que hay que creer, porque quien los
proclama lo hace con verdad incontestable, inspirado directamente por Dios.
Es cierto que la mayoría de los españoles que hoy tienen derecho a
voto, bien no habíamos nacido, bien éramos demasiado niños para entender nada. Pero
tampoco estábamos allí cuando Galileo dijo aquello de “eppur si muove” y sin
embargo: si muove.
Ahora bien, de momento y hasta que venga un nuevo Einstein a
demostrarnos lo contrario, la tierra se mueve en la inmensa coreografía estelar
de la que forma parte. Pero la constitución , alguna manchita ya tiene. Y
lamento la herejía de esta afirmación, que trataré de defender.
Que tiene cosas buenas es evidente, y no por dogma, sino porque en
su marco puedo escribir esto, con el permiso de la ley mordaza mediante. Eso y
muchas otras cosas que no son óbice para que , a mi humilde entender, las
máculas constitucionales sean de tal envergadura que no me valga con unos
retoquitos por aquí y unos centrifugaditos por allá.
Los libros de texto, ni siquiera los de la peligrosa educación
para la ciudadanía, no mencionan el contexto en el que se produjo el
mistificado consenso. Ni palabra de los rumores de sables, ni por supuesto de
los otros rumores, o mejor tintineos, que es lo que las monedas hacen. Porque
de ambos hubo como explicación plausible a los sapos que hubo que tragar.
Bendito consenso el que se funda sobre el miedo.
Por evidente en si mismo, no abundaré en el tema monárquico ni en
el hecho de que hoy hablemos de una princesa de Asturias (pobre criaturita)
inconstitucional, porque o Felipe VI “el preparao” , se hace la vasectomía, o como
engendre varón vamos a tener un lio de agárrate.
Y no solo por evidente, sino porque lo considero un asunto de
segundo orden, al fin y al cabo Ronald Reagan y Georges Bush también eran
republicanos y solo de escribir una característica compartida con ambos
personajes se me erizan los pelillos del cogote.
Mucho más me preocupan los desarrollos de los otros rasgos
definitorios de esto nuestro: me refiero a lo de social, a lo democrático y a
lo de derecho. Que estado ya sabemos que somos.
Podría hacer aquí y ahora una enumeración de las llamadas reformas
que al amparo o mejor con la excusa de la crisis llevamos sufriendo en este
país desde la segunda legislatura de Zapatero profundizadas con ahínco en la
primera y esperemos que ultima de Rajoy. La precarización de las condiciones de
trabajo, la ilegalización de la protesta, la imposibilidad de la tutela
judicial efectiva, el cambio de modelo sanitario, la recentralización que
fulmina el rol de los municipios, la apuesta por una educación dual…
Todas ellas, mas otras que no cito por no alargarme, que asi
enumeradas una detrás de otra, nos pone de manifiesto que asistimos a un cambio
radical de modelo. Cambio que cabe y bien a gusto en nuestra constitución.
Quizá con la excepción de la prioridad en el pago publico deuda privada. Ah, ¡ es
verdad ! que esto también cabe aunque para hacerlo haya que forzar el mito de
la inviolabilidad y se pueda cambiar de la noche a la mañana, con agostidad ,
bipartidismo y alevosía.
Quizá el retruécano jurídico más llamativo, por no llamarlo
directamente aberración, sea ese de haber incluido en la constitución como derechos fundamentales, solamente una
parte de eso que hemos convenido en llamar derechos humanos, dejando algunos
otros simplemente enunciados como “principios rectores de la política social y
económica” casualmente casi todos los que se conocen como DESC, osea, derechos
económicos, sociales y culturales.
Y los primeros, esos que si están reconocidos como fundamentales,
con unos desarrollos posibilitados por la propia redacción constitucional que
los dejan, en la mayoría de las ocasiones, en
puro deseo o declaración de intenciones políticamente correcta.
Se le puede perdonar que ni referencia tenga a los otros derechos
conocidos como de tercera generación, porque en el 78 apenas nadie los olía
siquiera. No será perdonable si la nueva que hagamos (que no nos falte de na)
no se refiere a los derechos ecológicos,
al derecho al desarrollo (que no crecimiento) justo, solidario y sostenible… de las personas y los pueblos
En definitiva, nuestra constitución nació manchada de neoliberalismo,
pues no en vano nace en pleno proceso mundial de salida a la crisis de los
setenta, en la que el capital había decidido romper con el pacto social
fundante de los modernos estados sociales, democráticos y de derecho. Y desde entonces hasta ahora, lento pero
seguro, han ido a por lo suyo, y casi casi lo tienen.
¿Qué que eso del pacto? Pues en dos palabras, las entonces
potentes organizaciones obreras
renuncian al cambio de sistema, y el capital se compromete a redistribuir una
parte importante de la riqueza en forma de “estados del bienestar”
Evidentemente esto es una metáfora simplificadora, pero para entendernos nos
sirve.
¿Qué como lo han roto? Pues también en dos palabras, se inventan
una salida de la crisis basada en una constante bajada salarial, junto con un
incremento bestial de la producción de bienes y servicios, con su obsolescencia
programada incluida. Bienes que, como hay menos dinero para comprarlos, se
adquieren mediante el crédito fácil, situación que provoca la irrupción bestial
de lo financiero como modelo económico dominante, y que acaba explotando unos
años después, dejándonos con una mano delante, la otra detrás, los estados del
bienestar desmontados, y debiéndolo un huevo al banco. De nuevo perdón por la
simplificación.
Y en eso llegamos nosotros, y decimos: oye que queremos ser de
esos, y hacemos una constitución, si pero con el permiso de la orquesta que
toca su música hecha de tintineo de monedas y ruido de sables . Y esto sorprendió
a un pueblo aun asustado, bastante bisoño, obediente hasta en la cama, como
decían Jarcha por aquellos días.
Y por acabar con música, también de aquellos días, (antiguo que es
uno) puede parecer y así lo esperamos muchos que:
“Tu yo yo sabemos
que hay señales que anuncian
que la siesta se acaba,
y que una lluvia fuerte,
sin bio-enzimas, claro,
limpiará nuestra casa”
Así que eso, que llueva que llueva…