martes, 4 de noviembre de 2014

CARTHAGO DELENDA EST

El cachondo benemérito que le ha puesto nombre a la última operación policial contra la corrupción, me sirve de excusa para titular esta entrada. La famosa frase, atribuida a Catón el viejo, se usa como sinónimo del “cansinismo” como estrategia. Cuentan los clásicos que con ella acababa todos sus discursos en el senado, se hablara de lo que se hablara, en el contexto de las Guerras Púnicas: “Cartago debe ser destruida”.

Y si de “cansinismo” hablamos, no sé si hay algo que lo sea en mayor medida que el temita de las corruptelas. No quiero  caer en la tentación de repetir los tópicos que compartimos. Me interesa hablar un poco más del fondo del asunto, o al menos de uno de los aspectos menos abordados en medio del marasmo de condenas, perdones y fuegos cruzados del y tu más.

Es un hecho que no se trata de fenómenos localizados, sino de una situación generalizada, que afecta a muchas instituciones. A unas más que a otras, sin duda. Y de aquí es donde quiero partir, porque creo que la diferencia cuantitativa no tiene que ver con una supuesta  bondad o maldad intrínseca de la institución, sino con el grado en el que la misma ha tocado poder.

En el fondo del asunto, a mi entender,  está la comprensión que nuestro imaginario colectivo tiene en relación al poder, y es en el cambio de esa forma de entenderlo y de ejercerlo, donde está la clave última para destruir Cartago de una vez.

La primera acepción del diccionario de la RAE dice que poder es “Tener expedita la facultad o potencia de hacer algo”. En este sentido, que viva el poder. Poder es la capacidad humana de hacer cosas, de transformar la realidad, de construir, de crear. El problema llega cuando alguien se da cuenta de que esa capacidad es susceptible de apropiación y de incremento, y se lo queda y lo hace crecer.  El poder como propiedad individual y el poder como mercancía acumulable.

Y junto a estas dos características eternas, una nueva que emerge con la revolución industrial. La gran metáfora del poder es la máquina. Que nos hace sentirnos invulnerables, capaces de todo, como si no hubiera obstáculo capaz de resistir la potencia de nuestra gran excavadora. Y así, todo lo que se puede hacer se hace, solamente porque se puede.

Al margen de todas la medidas que se andan proponiendo, que no son malas en sí mismas, sin abordar estos tres elementos, solo es cuestión de tiempo que quien se apropie, acumule y decida porque puede, encuentre las maneras de burlarlas, bien para enriquecerse, bien para “orgasmarse” con algún otro aspecto de eso que llaman la “erótica del poder”.

El poder puede ser secuestrado, alguien se lo puede quedar para sí mismo, pero se olvida que este no emerge del interior de quien esto hace, ni se trata de un don otorgado graciosamente por divinidad alguna. El poder emerge del grupo, pertenece al colectivo, en cuanto característica antropológica, es un pro-común, y en tanto tal ha de ser gestionado por la aldea. El refranero popular es contundente, cuanto más alto sube alguien, más y mejor se le ve el culo.

La acumulación de poder, su incremento, termina siendo un juego de suma cero,  condenado a un movimiento de montaña rusa.  Mi poder es más que el tuyo. El que yo tengo te lo he quitado a ti.  Pero eso puede cambiar, y cambiará. Todos los imperios tienen pies de barro, precisamente por esto. Sin embargo cuando el poder emerge del común, de la creación colectiva, del poner en juego lo mejor de cada uno, se produce una reacción sinérgica, y algo que no estaba en ninguno de nosotros emerge y nos hace poderosos, y ese poder crece y crece, nadie se lo quita a nadie, nadie lo acumula, sino que se multiplica.

Si la medicina perdió la virginidad en Auswicht y la física en Hirosima, igual tendremos que decir que no todo lo que se puede, se debe hacer. Hay y debe haber limites, al menos los de la sostenibilidad ecológica y los de la ética compartida que subyace a los derechos humanos.

Así pues, frente a la apropiación, poder compartido; frente a la acumulación la sinergia del hacer juntos, y frente a la omnipotencia los límites éticos. Y por ciento, opino que Cartago debe ser destruida.

sábado, 1 de noviembre de 2014

PRESENTACIÓN



Desde hace unos pocos meses estoy participando en EQUO. Me acerqué porque creo que necesitaba volver a algún tipo de compromiso, después de un paréntesis vital igual demasiado largo. Lo hice con prudencia, casi con miedo… a ver esto… No es mi primera experiencia de militancia política, y la verdad es que la anterior fue un tanto frustrante.

En este primer acercamiento me topo de frente con el discurso que tienen elaborado, y que llaman “ecología política”. Buceo, busco, leo y charlo… y me sorprendo.  Emergen, entre las páginas escritas y en las charletas con la gente, ideas de fondo que conectan con mis preocupaciones teóricas; un análisis de la realidad con mucha potencialidad holística; y propuestas  que traducen esas ideas al lenguaje y a la lógica de la acción política.

Ideas, análisis y propuestas que creo aportan novedad, aunque no sean precisamente nuevas. Direcciones nuevas, formas alternativas  y fondos potentes. Hala, ya esta el lio “liao”.

Para eso nace este blog. En primer término para aclararme yo mismo, para ayudarme a reflexionar y así no se me oxida la “pelota”, y en segundo lugar para compartir esas reflexiones con quien esté interesado y tenga la santa paciencia de leerlas. Para abrir boca, e ir entrando en materia, algunas de esas sorpresas, a modo de telegrama.

Sostenibilidad: Desde que el Club de Roma a principio de los años 70 publicara su famoso informe se lleva hablando de esto. Pero una cosa es hablar y otra hacer. La evidencia de la imposibilidad de un modelo económico y social basado en el crecimiento sostenido en el marco de un planeta con unos recursos finitos, parece que de evidente se torna en innombrable. Es como lo de aquella mujer que le dice a unos Testigos de Jehová que han llamado a su puerta: - “Mirad lo siento, pero yo que no creo en la Iglesia Católica, que es la única verdadera, no puedo creer en la vuestra”.

Vida buena: Resulta curioso como simplemente darle la vuelta a una expresión le puede variar radicalmente el sentido. La vida buena nada tiene que ver con la buena vida o con la vida padre… como modelo de felicidad basado en el tener y en el consumir, y que, cuando nos damos cuenta, resulta que son las cosas las que nos tienen a nosotros y nosotras. Apostar por otro tipo de vida, en la que podamos trabajar para vivir y no al revés (otra trasliteración interesante), una vida que nos permita tener tiempo para hacer otras cosas, para disfrutar, para reir, para amar.

Bien común: Como concepto político y económico, en el que se cambia la competencia por la colaboración, y que nada tiene que ver con el interés general, porque el bien casi nunca tiene nada que ver con los intereses y lo general no es lo común sino solo lo de la mayoría. Porque no siempre lo bueno es equiparable a la cantidad y al crecimiento y porque lo común tiene en los de abajo del todo su referente y su punto de vista. Si a ellos les va bien, vamos por el buen camino.

Participación: Si esto no lo construimos entre todos y todas, no va a salir. Y para hacerlo es preciso que podamos estar en los espacios donde se toman las decisiones, si no es así, no estamos participando, como mucho y con suerte estamos siendo consultados por los que luego tomaran la decisión.  Participación, consenso, dialogo, inteligencia colectiva como método de acción política.

Cuatro ideas potentes, que lo son aún más si se ponen en relación entre ellas, si se ponen juntas a pensar y a trabajar. Y si, estas cosas se dicen en un partido político y se ponen a trabajar juntas. Seguro que con vacilaciones y con errores, pero al menos están y aportan novedad en el panorama político español.  Novedad que apunta en una más que interesante dirección, o al menos a mi me lo parece. Cuatro ideas, no más, pero de un calado que nos permite entrar en eso que en fondo significa lo ecologico, la pregunta por el sentido (logos) de la casa (oikos), que es previo y ha de subordinar a la norma (nomos) de la casa (oikos), Asi oikoslogía antes y como sentido de la oikosnomía.