He preferido esperar un poquito de tiempo, porque la euforia
no suele ser buena consejera para estimular la reflexión, a la vez que para permitirme
disfrutar de lo que seguramente ha sido mi “primera vez”. Ya no soy virgen en
lo que a ser parte del bando ganador en una votación se refiere, incluidas las
de la comunidad de vecinos.
Pero ahora que se acerca el momento de dejar de festejar y
continuar trabajando, es llegada la hora de pararse y pensar, y de compartirlo
por si sirve. No voy ha hacer un análisis de los resultados pues ya hay muchos
y muy acertados, o al menos no pretendo hacerlo al uso, sino intentar mirarlo
desde una perspectiva diferente, quizá más de hondura o de largo recorrido.
Primero de todo, y como lo decíamos antes, creo que hay que
segur diciéndolo, el partido ganador de estas elecciones municipales y
autonómicas ha vuelto a ser el partido de los que no han votado. La abstención
sigue ganando elección tras elección, o todo lo más empata con el que mas votos
ha obtenido.
Dentro de ese 30-35% de no votantes, hay una pequeña porción
(de imposible cuantificación) de gentes con un no voto consciente y combativo.
No hablaré de ellos, pues dentro de mi heterodoxia ideológica, los considero de
los míos. Si lo haré de los demás, y en especial de aquella parte de los
abstencionistas que lo son por estar en ese lugar social en el que no cuentan,
ni siquiera para esto. Gentes, siguiendo
el lenguaje mas en boga, de los de abajo del todo, a los que seguimos sin
llegar, sin ser capaces de movilizar y de implicarles en el juego colectivo de
la participación democrática, ni aún en su expresión más superficial de
depositar un voto cada cierto tiempo. Un primer colectivo de “sujetos” que no
lo son, porque su horizonte vital está sustancialmente en el “sobrevivir”
Segunda cuestión, a tener en cuenta, el PPSOE, al que hay
que incorporar al emergente Ciudadanos, tiene un chacho largo y grande. Sin
aburrir con datos y casuísticas, el PP es el partido más votado en general, y
en los procesos autonómicos, un PSOE que no se ha renovado en absoluto sigue
siendo el segundo, sin ambages ni aproximaciones que puedan hablar de empates o
victorias pírricas.
No aporto nada nuevo al suscribir el análisis de coyuntura
que ve claro que donde ha habido procesos de convergencia real, de novedad
política y no solo de caras o siglas (algunos grandes ayuntamientos)el PSOE se
ha ido al tercer lugar, igualmente sin ambages. Parece claro que el cielo si
que hay que consensuarlo.
Pero esa coyuntura está aún muy lejos de dejarme satisfecho.
Lo que explica que, en el largo recorrido, el entramado PPSOE+C’s, (al que
habría que sumar una buena parte, la mayoría me atrevo a decir, de los votos de
las demás opciones alternativas) mantenga su gran tajada, es que su proyecto
cuenta con un “sujeto”.
¿Y quien ese sujeto? Pues todo el entramado de personas que tienen
o aspiran a “vivir bien”. Resulta evidente que es infinitamente superior el
numero de los aspirantes que de los reales “bon vivants”. Pero unos y otros es
decir aquellos que nos hemos creído el sueño del capitalismo, de que con
nuestro esfuerzo individual podremos llegar a tener de todo, de sobra, y quien no, pues será que no lo merece, continúan
siendo una abrumadora mayoría social, sujeto político clave. Y, en cuanto tal, con
la capacidad de mantener el chiringuito tal cual.
Creo que el cambio al que aspiramos algunos, tiene como
primera y principal dificultad la ausencia de sujeto. El colectivo de personas
que estamos aprendiendo a construir la “vida buena” somos una exigua minoría, a
pesar de la cantidad de votos que se hayan conseguido en una coyuntura de
deslegitimación de los actores que no del drama.
El drama, como metáfora del modelo social, permanece intacto
en el inconsciente colectivo, quizá un poco alterado, cuestionado en sus
formas, con una gran nivel de hartazgo al comprobar que eso de los “méritos”
tiene que ver más con el choriceo que con otra cosa, pero que puede
desarrollarse adecuadamente si somos capaces de cambiar la “compañía” que lo
representa.
El gran reto que
tenemos por delante es el de construir-nos como sujeto político de la “vida
buena”, hasta lograr ser esa mayoría social conformada como tal, que incorpore
no como “destinatarios” a esos que son
hoy sujetos del “sobrevivir”.
Las semillas están plantadas, los procesos de convergencia
vividos las tienen, solo hemos de ser capaces de dejarlas crecer, de regarlas y
mimarlas. Desaprender lo que sabemos,
reconocer que no son, no pueden ser las organizaciones tradicionales, y menos
aún en solitario, los instrumentos que necesitamos, sin por ello tirar al niño
con el agua sucia. Que las identidades no son castillos a defender, sino riquezas
a compartir para reelaborar-nos. Que no puede ni debe haber vanguardias. Que la
vida de la gente es policentrica, y esto es bueno, por lo que nadie puede
aspirar a convertirse en institución total.
Dialogo, consenso, participación, pequeñas experiencias de inéditos
viables, y trabajo, trabajo y trabajo. Y si además de todo esto, tenemos unas
instituciones facilitadoras pues miel sobre hojuelas, pero sobre todo,
conciencia de lo lejos que aún estamos, de ese cielo consensuado. Paciencia y
procesos. Alegría por el mini paso, pero alerta para no perder el norte.