Parece que vamos aprendiendo, o al menos intentándolo, que es
necesario un cambio en la forma de hacer las cosas en política Se dice mucho
eso de que “las viejas formas ya no sirven” y creo que, quien eso diga, tiene
mucha razón, pero creo también que conviene reflexionar un poquito sobre el
asunto, para evitar que se convierta en un mero eslogan comunicativo, con mucha
fuerza emocional, pero vacío de contenido. Lo nuevo no es bueno por ser nuevo,
ni lo viejo malo por lo mismo. Las formas son buenas o malas si resultan ser
coherentes con los fines. No vale cualquier manera de hacer para conseguir
cualquier cosa, porque, como es sabido, el que no sabea donde va, termina en otro sitio.
Por eso, conviene empezar por los fondos. O al menos por algunos
de ellos. Lo que se busca, y si no es que estamos hablando de otra cosa, es ser
capaces de generar un sistema de organización de la “res pública” que propicie
la real participación de todas las personas en todos los momentos. Es decir, desde el análisis de la realidad,
pasando por el discernimiento del mismo,
(la relectura de la realidad analizada a la luz de los valores), para culminar
con la toma de decisiones y la implementación de las mismas.
A mi particular modo de ver, eso de la participación tiene dos
condicionantes previos en quien ejerce de participante. El compromiso y el
conocimiento. El compromiso que es algo de tipo emocional, y el conocimiento
que tiene una carga mucho más racional. Si no tengo ni idea del tema al que se
me invita a participar, podré ser un invitado de piedra, pero participar, lo
que se dice participar… poquito. Y de igual manera, si no siento que eso de lo
que se trata es “importante” podre deslumbrar a los demás con toda mi
sabiduría, pero tampoco estaré participando.
Incluso daría un paso más, esas dos condiciones han de terminar
siendo una sola, si se me permite el neologismo, para participar es necesario
tener “conomiso”, o “comprocimiento” ; una vivencia integrada del conocimiento
y el compromiso, de forma que lo racional quede equilibrado con lo emocional y
viceversa. Creo que todos conocemos , o incluso a veces nos reconocemos, bien
como fanáticos (con un desequilibrio emocional) o como vendedores de nuestro
libro (desequilibrados desde lo racional) Y cuando en un espacio topamos con, o
nos comportamos como estos personajes, la posibilidad de la participación queda
bastante tocada.
Yo conocía a una persona “comprocimentada”, pero desgraciadamente
se murió el año pasado. Por eso, los que hemos quedado aquí no nos queda sino
empeñarnos en aprender en proceso. Y probablemente lo primero que tenemos que
hacer es “desaprender”.
El asunto es harto complejo,
y no pretendo yo en este post aportar la solución final, ojala la
tuviera, pero no es el caso. Hoy quiero
cerrar esta reflexión apuntando cinco retos un poco más terrenales, donde nos
jugamos esto.
1.-Los procesos centrípetos: Cuando nuestras organizaciones giran y giran,
pueden desarrollar la fuerza centrifuga o la centrípeta. Dicho de otra forma,
nuestras formas de hacer atraen hacia el centro o expulsan hacia la periferia
de la organización a sus miembros. Es inevitable que los grados de
“comprocimiento” sean diversos, y eso es bueno, pero nuestras dinámicas han de
ser capaces de integrar esa diversidad, de saber que el conocimiento tiene
diversas fuentes y que ninguna es más importante que otra; que el compromiso a
valorar no siempre es el que mas “reluce”. Si vemos que cada vez somos menos
los que vamos o los que hablamos cuando estamos… algo va mal.
2.- Los sistemas abiertos: Para que
un sistema, un organismo, pueda ser considerado como vivo, ha de desarrollar
intercambio permanente con el entorno en
el que vive. Si nuestros lugares de intercambio con los que aún no están con
nosotros ( y que probablemente nunca lo estarán) se atrofian, o pasan a ser cosas secundarias
en nuestra preocupación… algo va mal. Si nuestras energías se queman
fundamentalmente en los proceso internos, con todo lo importantes que estos pudieran
ser, estamos condenados a morir en breve. La vida real está fuera de las
paredes de la sede, y de los estatutos y reglamentos.
3.- Las identidades no convencionales: La identidad, las convicciones, los valores compartidos… son la
base de cualquier organización. Sin ellos solamente estaríamos hablando de
agregados instrumentales, probablemente útiles pero necesariamente
efímeros. Ahora bien, esa identidad la
podemos concebir de forma no convencional, o dicho de otra manera como algo que
cuanto más lo usamos, más se incrementa, al contrario que lo convencional, que
cuanto mas se usa mas se gasta. Así, nuestra identidad no está para defenderla,
sino para compartirla, para dialogarla, para aportar cosas a otros, y lo que es
más importante aún, para recibir de otros con otras identidades. Cuando
escuchemos eso de “es que estos no son…” habrían de encenderse todas las
alarmas.
4.- Las redes policéntricas: La nueva metáfora de una organización es una
red. Hasta ahora al mirarla veíamos una pirámide, con su base y su cúspide. Por
le contrario, una red no tiene ni una cosa ni la otra, es más bien mirada no
tiene ni centro, sino nodos diferentes, horizontalmente relacionados de
diversas formas. En una red, nadie tiene que dejar de ser lo que es, ni de
hacer lo que le apetece, para formar parte del todo. Y lo que vale para una
organización, vale para una agrupación de entidades, para una coalición, para
un proceso de confluencia…
5.- Los liderazgos colectivos: Los
lideres existen, para que lo vamos a negar. El liderazgo es una capacidad
psicológica humana que opera y operará. Y menos mal que existe. Pero de eso a
ensalzarla como algo atribuible a una única persona en todas las esferas de la
complejidad organizativa va un abismo. También conocí a un líder con esa
capacidad, que también se murió. Si
vemos que en las cosas que hacemos tienen una paternidad o maternidad
reconocible de manera sistemática, y más aún si esa tendencia empieza a ser
reconocida en muchas cosas… estaremos
alimentando el bicho. Si la cosa, al final, no la conoce ni la madre que la
parió, será buena señal. Así construiremos liderazgos colectivos
Casi na… que decía aquel. Creo firmemente que para hacer de otra
manera no basta con ser asamblearios, es más conocemos mil maneras de manipular
una asamblea. Son solo apuntes de una reflexión que creo debemos hacer,
completar y sobre todo, mantener de manera permanente, para desaprender y
aprender.
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