Izquierda, izquierda, derecha, derecha,
adelante detrás, uno dos tres… Desde el verano de 1965 nos llega este
estribillo pegadizo, que me sirve de pórtico a estos días en los que, de nuevo,
parece haberse puesto de moda, aun sin música ni baile.
Algunos dicen no sentirse definidos
dentro de ese binomio, que se trata de algo superado y que hoy no recoge la
complejidad de la realidad política. No
termino de saber si por honestidad ideológica o porque en realidad se quedan
con el adelante, detrás, un dos tres,
Dejando de lado a los de derechas que no lo suelen decir de si mismos, otros se
reivindican de izquierdas, También a algunos de estos les presupongo honestidad
ideológica, pero otros más como una especie de “marca” histórica, que como la
de la coca-cola, no puede cambiar el tipo de letra a riesgo de contravenir las
sacrosantas leyes del marketing.
No voy a caer en la tentación de ponerle
nombres a estas categorías, pero no por
miedo a quedar mal, sino porque sinceramente creo que sería injusto con algunos
y demasiado indulgente con otros, que como no puede ser de otra manera, tambien tengo ideologia. Además, ¿quién soy yo para etiquetar a nadie?
Me interesa más acercarme al asunto de
fondo, o al menos a uno de ellos, en la línea de las preguntas de sentido, que
quieren dirigir las reflexiones de este blog, que para opinar de las cosas de
la superficie, ya hay muchos otros de
gentes con más mordida mediática .
El asunto es, pues, la pregunta por el
sentido que tienen las ideologías en esto de la realidad social y política. Y,
a mi modo de ver, la respuesta es muy gallega: pues depende oiga.
Las ideologías son un invento humano
maravilloso. Tienen una gran potencia, nos sirven para explicarnos el mundo,
para tener un marco en el encajar la realidad, unos parámetros para medir si lo
que decimos y hacemos resulta coherente entre si, si somos seres consistentes o
meros vividores expectantes. Nos aportan una seguridad sin la que seria muy
difícil vivir,. Y todos, lo sepamos o no, tenemos alguna mas o menos
heterodoxa, pero alguna.
Pero junto a esto, la historia nos
demuestra como las ideologías son también un humano invento perverso y
terrible. ¿Cuántas atrocidades se han
cometido en el nombre de Dios, del Partido, de la Nación o del proletariado?
Demasiadas y bien conocidas. El siglo XX ha sido el de las ideologías y el de
la barabarie.
Como dice mi admirado Morín, la ideología
es una creación de la inteligencia humana que puede terminar dominando a su
creador, a modo de monstruo de Frankestein, esclavizándolo, pasando así de
criatura a creador.
Así pues, estamos ante una de tantas
paradojas de lo humano. Por una parte necesitamos de ideología, sin ella nos
tornamos inconsistentes, miedosos y perdidos, y con ella corremos el riesgo de
volvernos rígidos de consistentes, temerarios de valientes, y terminar en otro sitio distinto al que
queríamos llegar.
Hay dos formas de entender la ideología,
o la identidad que es su prima. En la primera, la más común, nuestra ideología
es un castillo a defender, algo monolítico, cerrado, que nos aporta seguridad
frente al enemigo, y donde siempre que las cosas vayan mal, podemos
refugiarnos. La otra es considerarla
como una riqueza a compartir con otros, aunque no la suscriban, y sobre todo si
no lo hacen. Así con una comprensión tenemos debates y con la otra diálogos.
En la primera cuando algo que pasa, no
encaja en el edificio lógico que hemos construido, todo se tambalea, y por
tanto, eso que pasa no puede estar pasando, es mentira, herejía, o algo así. Cuentan,
y desconozco si es apócrifa, una anécdota en torno a Hegel, que estando en
clase explicando porqué, desde su teoría, el sistema solar tenia que tener necesariamente ocho planetas,
cuando un alumno le interrogó sobre el
reciente descubrimiento de Plutón, el replicó: “Pues peor para Plutón”, y
siguió con su clase.
La otra integra lo nuevo y si al hacerlo
modifica algo del edificio, pues sería que estábamos equivocados, que no pasa
nada, que nos apuntamos a aquello de Aute “que no, que no, que el pensamiento
no puede tomar asiento”.
No me gusta la gente que dice no tener ideología
( y no solo porque mienten, lo sepan o no) pero tampoco la gente que la
tiene como se tiene el páncreas. Viva la
heterodoxia, pero por favor con algo de “doxia”.
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