viernes, 26 de diciembre de 2014

LA YENCA


Izquierda, izquierda, derecha, derecha, adelante detrás, uno dos tres… Desde el verano de 1965 nos llega este estribillo pegadizo, que me sirve de pórtico a estos días en los que, de nuevo, parece haberse puesto de moda, aun sin música ni baile.

Algunos dicen no sentirse definidos dentro de ese binomio, que se trata de algo superado y que hoy no recoge la complejidad de la realidad política.  No termino de saber si por honestidad ideológica o porque en realidad se quedan con el adelante, detrás, un dos tres,

Dejando de lado a los de derechas  que no lo suelen decir de si mismos, otros se reivindican de izquierdas, También a algunos de estos les presupongo honestidad ideológica, pero otros más como una especie de “marca” histórica, que como la de la coca-cola, no puede cambiar el tipo de letra a riesgo de contravenir las sacrosantas leyes del marketing.

No voy a caer en la tentación de ponerle nombres a estas categorías,  pero no por miedo a quedar mal, sino porque sinceramente creo que sería injusto con algunos y demasiado indulgente con otros, que como no puede ser de otra manera, tambien tengo ideologia.  Además, ¿quién soy yo para etiquetar a nadie?

Me interesa más acercarme al asunto de fondo, o al menos a uno de ellos, en la línea de las preguntas de sentido, que quieren dirigir las reflexiones de este blog, que para opinar de las cosas de la superficie, ya hay muchos otros  de gentes con más mordida mediática .

El asunto es, pues, la pregunta por el sentido que tienen las ideologías en esto de la realidad social y política. Y, a mi modo de ver, la respuesta es muy gallega: pues depende oiga.

Las ideologías son un invento humano maravilloso. Tienen una gran potencia, nos sirven para explicarnos el mundo, para tener un marco en el encajar la realidad, unos parámetros para medir si lo que decimos y hacemos resulta coherente entre si, si somos seres consistentes o meros vividores expectantes. Nos aportan una seguridad sin la que seria muy difícil vivir,. Y todos, lo sepamos o no, tenemos alguna mas o menos heterodoxa, pero alguna.

Pero junto a esto, la historia nos demuestra como las ideologías son también un humano invento perverso y terrible. ¿Cuántas atrocidades  se han cometido en el nombre de Dios, del Partido, de la Nación o del proletariado? Demasiadas y bien conocidas. El siglo XX ha sido el de las ideologías y el de la barabarie.

Como dice mi admirado Morín, la ideología es una creación de la inteligencia humana que puede terminar dominando a su creador, a modo de monstruo de Frankestein, esclavizándolo, pasando así de criatura a creador.

Así pues, estamos ante una de tantas paradojas de lo humano. Por una parte necesitamos de ideología, sin ella nos tornamos inconsistentes, miedosos y perdidos, y con ella corremos el riesgo de volvernos rígidos de consistentes, temerarios de valientes,  y terminar en otro sitio distinto al que queríamos llegar.


Hay dos formas de entender la ideología, o la identidad que es su prima. En la primera, la más común, nuestra ideología es un castillo a defender, algo monolítico, cerrado, que nos aporta seguridad frente al enemigo, y donde siempre que las cosas vayan mal, podemos refugiarnos.  La otra es considerarla como una riqueza a compartir con otros, aunque no la suscriban, y sobre todo si no lo hacen. Así con una comprensión tenemos debates y con la otra diálogos.

En la primera cuando algo que pasa, no encaja en el edificio lógico que hemos construido, todo se tambalea, y por tanto, eso que pasa no puede estar pasando, es mentira, herejía, o algo así. Cuentan, y desconozco si es apócrifa, una anécdota en torno a Hegel, que estando en clase explicando porqué, desde su teoría, el sistema solar tenia  que tener necesariamente ocho planetas, cuando un alumno le interrogó sobre  el reciente descubrimiento de Plutón, el replicó: “Pues peor para Plutón”, y siguió con su clase.

La otra integra lo nuevo y si al hacerlo modifica algo del edificio, pues sería que estábamos equivocados, que no pasa nada, que nos apuntamos a aquello de Aute “que no, que no, que el pensamiento no puede tomar asiento”.

No me gusta la gente que dice no tener ideología ( y no solo porque mienten, lo sepan o no) pero tampoco la gente que la tiene  como se tiene el páncreas. Viva la heterodoxia, pero por favor con algo de “doxia”.

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