martes, 13 de enero de 2015

SE INTEGREN ¡COÑO! O EL SACRAMENTO DE LA SILLA Y EL JUGUITO


Bien porque la vivimos con angustia consciente, bien porque la hemos visto después por la tele, todos y todas  tenemos en la cabeza la imagen de Tejero, pistola en mano, gritando aquello de “se sienten coño”.  La misma me vino a la memoria el otro día, viendo alguna de las pocas tertulias políticas que mi pobre consciencia es capaz de soportar.

En ella hablaban del atentado contra el semanal satírico francés Charlie Hebdo, y el supermercado parisino. Y entre otras de las muchas lindezas que el inconsciente les hacia decir , aparecía una que era, además, prácticamente unánime. “se tienen que integrar”, en referencia a los musulmanes en particular y a los inmigrantes en general.

Supongo de la inteligencia del lector, que no tengo la necesidad de explicitar que todo lo que voy a decir nada tiene que ver con justificar, explicar, quitarle hierro… a un acto criminal sin paliativos.

Igualmente lamento que el tema saliera en relación con los hechos referidos, el terrorismo nada tiene que ver con la inmigración ni con la integración.  Y por tanto, será la última vez que  hable de ellos en esta entrada.

Hace unos años tuve la suerte de pasar quince días en la Republica Dominicana, en la de verdad, no en Punta Cana. Allí visité un montón de casas de gente normal, lo que equivale a decir gente muy pobre, y una de las cosas mas importantes con las que me viene fue la del ritual , casi sacramento, de “la silla y el juguito”.

La llegada a cualquiera de ellas, era inmediatamente precedida de alguien de la familia que se levantaba de su silla y te ofrecía, más bien te pedía con insistencia que la ocuparas. Y la mater familias, desaparecía rauda para regresar con un “juguito”  de alguna fruta, pero solo uno, y para mi. Raro en mi, pero no tarde mucho en comprender que no debía rechazar aquellos privilegios de hospitalidad, a riesgo de ofender, sin quererlo, a aquella familia.

Y se me venia a la cabeza la imagen del benemérito golpista porque era metáfora de como algo tan interesante como el invitar a alguien a sentarse, con una pistola en la mano y un “coño” en la boca, se vuelve justo lo contrario. “ Se integren, coño” fue lo único que les faltó decir.

¿Qué queremos decir con eso de que se integren? Es más, ¿Por qué se tienen que integrar? Con esto, a riesgo de ser muy pero que muy políticamente incorrecto, me ocurre como con lo de la tolerancia. ¿Quién soy yo para tolerar?

Me parece que partimos de una comprensión errónea, que nos juega muy malas pasadas, y  desde ella, no es casual que hayamos elegido los vocablos “integración” y “tolerancia” para designar con ellas cosas positivas.  Ambas palabras presuponen que hay un lado bueno y uno malo, y como el bueno es tan bueno, permite que otros accedan a el, o como mucho tolera algunas “cosejas” del lado equivocado.

La sociedad occidental-judeo-cristiana-capitalsita, tiene grandes valores, no cabe duda, pero también gravísimos defectos. Del mismo modo, cualquier otra cultura humana posee los mismo extremos. Y en ambos casos, la mayoría de las personas andamos por las medianías, con algunas excepciones en forma de santos e hijos de puta en ambos lados de la relación.

Aprovechemos la posibilidad que este mundo globalizado nos ofrece para construir sociedades multiculturales, primero, e interculturales después. Aprendamos unos de otras, inventemos nuevas posibilidades, construyamos lo inédito viable, que diría Freire.

Sentémonos juntos a compartir un juguito, sin pretender, de entrada, que nadie deje de ser lo que es, para que, de salida, todos seamos otro. Con las excepciones de los santos, para ver si aprendemos algo, y de los hijos de puta para hacer con ellos lo que mejor podamos.

Así la próxima vez que vengas a mi casa y te ofrezca una silla, no pienses que quiero que te quedes a vivir conmigo, ni que cuando bebamos un juguito te estoy pidiendo matrimonio.

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